jueves, 5 de julio de 2012

LAS 86400 INSENSATAS

Actuar cada día, cada segundo, es como ese juego que le ponemos a un niño, a una niña, ya sabeis, esa plancha con huecos que son figuras geométricas (círculos, triángulos, estrellas) donde debe introducir la pieza que tiene cada vez en su manita, el círculo en el círculo etc. Si es posible le damos una pista, ponemos colores a cada figura. La madre pacientísima se pone nerviosa. ¡Qué evidente el lugar adecuado de cada pieza en cada hueco! pero su niña, su niño, no ve aún un hueco, una pieza, con forma de círculo, de triángulo, de estrella. Ve una luna, una casa, un sol. Por eso no entiende, ¡ay no te distes cuenta! ¿cómo has pintado de verde el círculo de la luna?, la luna es blanca, la casa parda y el sol amarillo. El niño, la niña, no ve la forma y casi tampoco el color, solo el sabor. Necesita pasar su lengüita curiosa y necesita el placer del sabor acariando su garganta aún por afinar, y tampoco suelta prenda, necesita agarrar fuerte la figura, incluso agarra fuerte la plancha para ver si debajo vive alguien.

Los niños son puros investigadores de los 86400 momentos de su día. Ese día que les parece un universo sin fin y una mamá y un papá que les trae una papilla dulce y una mermelada de risas y unas palabras insensatas que le afloran en sus dos dientecillos puros con los que roen la estrella, la casa y la luna. Entienden mejor a su perro porque éste no le habla, no le habla como el papá y la mamá entienden por hablar. No, le acerca la pata con sus uñas encogidas, para alterar lo menos posible la finura de su piel, cuasi no adulteradas de arrugas que la vida nos va dejando.

Cuando una pieza no entra en un hueco, ambas se quedan vacías. Espectantes a que suceda cualquier otro error casual. Esperamos pacientes la impaciencia del niño que llevamos y lo desearíamos como forma indefinida, a ser posible asociado a un sabor dulce y de mermelada de sonrisa. Pero esas insensatas 86400 que nos otorga cada día se van atropellando y metiéndose en el hueco que atraviesa la placa donde en su reverso alguien vive. A todo esto, el niño, la niña, ya se comió la luna, la casa y el sol. Pero mañana..., no, mañana ya no.


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