Todas las noches rebusco entre las palabras, la adecuada,
una solitaria y única deseada que vuele como sin saber,
que ya no esté al amanecer aún dejando un hueco en la mañana,
más insinuadora que aquella mirada que me logró retener,
sentada en el sofá, las manos extendidas, la sonrisa lanzada,
dos cafés que humeaban entre las citas sugeridas, tú ibas,
decías -quiero que me la escribas- la palabra deseada,
-ven- dije sin necesidad de pensarla, porque la sentía,
¿recuerdas que me dijiste salgamos y paseemos?
recuerdo el lugar, el tiempo, como olvidado y nostágico,
la acusación sin lanzarse flotaba entre las nubes,
y el chaparrón de la tarde más que dulce fue trágico,
yo, que me iba recreando por cada semblante triste,
fui poco a poco buscando esa palabra, la adecuada,
ni estaba aún escrita, y ni siquiera lo deseaba,
pero está por aquí y en cada amanecer me llama.
Casi se puede adivinar esa palabra buscada y rebuscada por tu protagonista, Pepe.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias por tus comentarios. Un abrazo
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