Se llevó la mitad de su vida
perdiendo el tiempo,
y la otra mitad
queriendo recuperar
el tiempo perdido,
con lo cual,
ni contigo ni conmigo.
Se llevó rastros
de alegrías sospechadas,
por corregir
las faltas ortográficas
de cartas enamoradas,
persiguió
una sombra escurridiza,
y la vida huidiza
se le escapaba.
Cambió de plan
ocho mil veces,
sin saber que aparece
la luna igual,
no hacía caso
de los geranios
donde liban
sin cesar.
El amor que no espera,
y ella esperando,
y pasaron unos cuantos
en la estación sin frontera,
suspiraba mientras tanto,
el tiempo se le iba
en cada giro de una esquina,
en los patios de al lado.
No buscaba, esperaba,
por si acaso así llegara
un amor, aún sin razón,
que le agitara el alma,
y en esta querencia,
la arruga aparecida
no por vida vivida,
sino por mal gastada.
Ni contigo ni conmigo,
se fue yendo por medio camino
evaporándose a la tarde
que ya marchaba al final,
y en la noche de cristal
fue a llamarla un hombre
que una vez tuvo un nombre
que no recuerda ya.
Muchas veces sucede lo que, tan bien, describes en tus versos, Pepe.
ResponderEliminarUn abrazo.