Estoy delante del ordenador
pensando qué escribir,
mientras, en la tele
echan una peli americana,
es decir, norteamericana,o
tú ya me entiendes
aunque yo no lo entienda bien,
el reloj, sobre la mesa,
marca las once menos cinco,
un estuche de cedés al lado,
un cuaderno y un rotula,
pienso, mientras,
si las hormigas
se están comiendo mi bizcocho,
lo tengo puesto al revés,
por la parte quemada,
negra como una batalla sin causa.
Charlan dos, se despiden, y siguen.
La historia no tiene interés
en los próximos tres minutos.
Tengo que limpiar esto de costumbres,
de quehaceres cotidianos,
a veces cruzo los dedos
pensando en nada, o sea, en todo.
Me ayudará un cigarrillo
a meditar sobre la mejora de las cosas,
no creo, es una costumbre más,
somos gente de costumbres,
nos acostumbramos incluso
a lo que se pone de moda,
imagina, pues, que somos muy costumbristas,
el radicalismo se aparta por contra oferta,
son cuestiones de paciencias
encerradas herméticamente
en el fondo de algún alma,
la mía, sirva de ejemplo,
se enuncia como auto deformante,
¡que pesada la mosca
y su amante!
decía que maldecía este día sin alegría,
decía que iba a la deriva,
buscando un asiento de metro
para cedérselo a nadie, que nadie venía.
Y así pasó este día anodino
del que me acordaré para siempre
como tránsito hacia alguien
de quien no sé nada.
Por ese momento, que llamas "´tránsito", hemos pasado, algunos, muchas veces, por lo que las imágenes, de tus versos, cobran hoy actualidad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Porque quizás los escasos momentos que entendemos como sublimes necesitan muchos momentos anodinos y monótonos intercalados que son, seguramente, necesarios e imprescindibles para los primeros. Gracias por tu comentario. Un abrazo
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