Leí una vez, no hace más de tres horas, que si pudieras lograr hacer volver, aunque fueran escasos minutos, a alguien que ya se fue para siempre, ¿por quien te decidirías? Como no es tema fácil para requerir una respuesta inmediata, me tomé justamente eso, unas tres horas.
Uno piensa, casi de inmediato, en un familiar cercano, un padre, una madre, un hermano. También se le ocurre, por esclarecer alguna fobia, en la primera novia. O aquel que una vez tanto jugó contigo, un amigo.
Más, después de tres horas, sin querer más demora, decidí verme otra vez a mí. Aquel que una vez fue y se fue. Que era yo pero de otra manera, sin tanto historial en la cartera. Con trece años por ejemplo, pues si así lo viera, viera de paso padre, madre, hermano, novia y amigo. Le diría -que tal amigo- él no me reconocería, salvo algún perfil de roce, impotente a discernir su propio futuro y su desembocadura tras tantos años. Es de prever su cara de extraño. Algo le vuelca a irse. Más, atrapado por mis escasos minutos contratados, no puede. No sabe porque no puede pero sabe que no puede. ¿Pegaría decirle ¡hola yo!? No malgastaré el tiempo en analizar una provocación por querer solo experimentar. Solo espero que al despertar algo de él me haya traído, y recolocarlo en alguna parte de mi ser, donde lo había perdido. Yo he llegado a través de esos trece años. Sí también otros años, pero elegí trece. Entonces la vida parecían mucho más que trece años, igual que ahora, la vida no parece que dure más de trece años. Antes uno contaba años, ahora segundos de placer que quiero atrapar, reservar, y mimar. Al final, todo quedó en una mutua mirada curiosa, durante escasos minutos. Después nos desvanecimos, él siguió su camino, y yo, sin él saberlo, le seguí.
Difícil papeleta y decisión, en verdad...
ResponderEliminarUn abrazo.
Y utópica, solo viable en la imaginación. Gracias por el comentario
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