Puede que escape de la sequía implacable
que en las desérticas noches acontece,
entremetido entre las letras de un autor.
Mi sentir es vivir del pasado
como una arriesgada obligación.
Cotejar variantes sin ritmos acompasados,
e ir falleciendo poco a poco hacia delante.
Con la soberbia de alzarme
como una catedral gótica en la sombra,
y en la esperanza de una oración
aunque sea tarde.
El mundo, mi mundo, lo fui creando,
con mimo y casi fe,
lleno de héroes, villanos, corceles y cuervos,
de alondras y bosques de invierno,
de grisácea lluvia otoñal
al final alba como un blanco pueblo,
de sol siempre perenne,
de luna bailando entre ramas,
de aguas del mar que me llama
cada noche en tristes momentos.
Mi mundo fue inventado por otro
que sustituyó al personaje que me habitaba,
yo ya no me hallaba, más cohabité,
desde un palco lateral del escenario,
oscuro y estrafalario
como los cartones de un indigente,
como el redil deshabitado,
como unos ojos desorbitados
por la magnitud del saber ser.
Quieto, más fugaz, en extraña estrategia,
de andar entre comedia y tragedia,
con la mediocridad de quien se sabe vencido,
pero al fin conseguido
la conciencia de saberme un mortal.
Veo a tu personaje como un espectador, inquieto y mortal, de ahí su conciencia.
ResponderEliminarUn abrazo.
Exactamente así ha sido. Gracias por tu comentario
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