Era justo ella la que yo buscaba,
la impaciencia no entendía de demoras,
era esencial pues en media hora
se iría en el bus, y todo se acababa,
que inoportuno, todo se antojaba
como una vida entera en una hora,
una ansiedad frenética desde ahora
que quince minutos ya faltaban,
el inexorable reloj marcando hora,
la expectante mirada me inquietaba,
si ergo vales scripturam ora,
por fin la encontré, bendita estaba
la moneda de dos con la que ahora
pagué el bus que a mi casa llegaba.
Soneto con suspense para tomar el bus...
ResponderEliminarUn abrazo.