UNA PEGA

En estos días nunca pega
ponerse alegre por la sola razón de ponerse alegre,
ponerse alegre como una obligación diaria,
no porque se preste ni se compre.

Pega el tópico de ser feliz
y decirle a otro que lo quieres,
o mejor aun,
que si cometes algún desliz,
que no te lo metan en los deberes
de que no fuiste tú.

Pega decir navidad feliz,
yo lo digo.
Ponerse triste o alegre
según lo que acontece.

Más, me atreví, a reir, y hacer reir.
Es prescripción médica
deshacerse de la académica.

Era un tipo que tenía
una obsesión,
un lápiz en un cajón
y un barco para navegar,
como realmente no lo tenía
se lo dispuso a dibujar
más le salió un dragón
como el del vikingo en el wasap.
Y ató cabos y sargentos
y soldaditos de plomo,
de esos que no sé cómo
desaparecieron ya.
Y era un niño que tenía
una rosa en el rosal,
y una gitana de Aranda
en la verde varanda,
y oscuras golondrinas
que se gustan cuando callan
porque parecen ausentes,
como don Jacinto Benavente
del que no sé nada.

Era un tipo que tenía
caracolas y manos frías
y a la que más quería
la muerte se la llevó,
ay que los sueños son.

Yo tenía un amor,
el único de mi vida,
duró menos que una cerilla
encendida en el Sol,
sus ojos negros aún recuerdo,
y su sonrisa de maravilla
me quemó por dentro.
Tenía manos delgadas
y, sin embargo, gruesas,
cuando en la noche de un verano
me acariciaba. Entonces escribí los versos más tristes de la noche, el cielo se había estrellado y berreaba el venado a lo lejos, y eso que la quise, vágame dios si la quise, aunque mal rayo me parta si en acabado esta carta no le digo lo que no le dije. Tenía pequeños cantores colgando de las ventanas, y sin ella pocas ganas, más bien tránsito hacia ninguna parte, vestigio como un radio sin lámparas, como una lámpara sin filamento, como sin fundamento. Dar por dar, o decir por decir, y lo que haya de venir, ya vendrá.