Vi una luz, cegadora,
una arrogante luz de día,
alguien me bendecía,
se volvía trepadora,
y en mi inocente hora,
yo creía que sucedía,
que quizás me querría
una mujer voladora,
y no sintiéndome a solas,
en una extraña osadía
la imaginé como amapola
que bella y roja se mecía,
como se mecen en las olas
el brillo del medio día.
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