Recuerdo las tardes frías en las que nos cobijábamos,
nos ofrecíamos café, charla, música, poema y todo,
los días aquellos, sin prisas, donde siempre estábamos,
con un mundo nuevo, inventado cada día, los dos solos.
Recuerdo que amar sería ir dando todo poco a poco,
que el sentimiento se expresaba susurrando en un abrazo,
que la sonrisa era una brisa de dos cariños medio locos,
que el infinito era una brizna comparado a nuestro espacio.
Recuerdo que eras íntimamente deseo de mis labios,
e inexacta y deseada, bogadora tan besada, y mi logro,
extraer de tus lágrimas, las alegrías, para irme marcando
tu huella, que nunca borraré por todos los tiempos, todos.
Recuerdo que me venías y yo te iba de algún modo,
que entonces deteníamos hasta al tiempo y al espacio,
y recuerdo que me querías, y me lo decías con arrojo,
pero ahora aún lo dices y a mí me saben a otros labios.
Te recuerdo en las derivas de mis tardes de sonrojo,
hurgar por las avenidas de mi alma en solitario,
y te recuerdo como siempre me decías que era amor solo,
y me muerde la fatal herida de tu huida a otro espacio.
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