domingo, 5 de abril de 2015

TEMOR

Desmenuzo cada día
y soy lo que no soy,
pues si aparto minutos de soledad,
y en los que duermo,
y en los que no recuerdo,
los que por fuerza debo cubrir,
los de no alimento al pecho,
y los de pereza...
que son también de derecho,
más los que otros me abarcan,
los que se atragantan,
los perdidos,
los no admitidos,
los que dan las horas en punto,
y los pasivos.

Si desmenuzo los instantes que tengo,
y me entretengo a recolocarlos
como una maraña,
puede que no me dé tiempo
y me llegue mañana,
aún intrasigente y terco,
con esperanza vana.

De todos, sin duda, el primero,
adorar el milagro diario
de amanecer,
para ver que todo está en su sitio,
a pesar de mis deseos empecinados
de ponerlos al revés.
Lo cual solo demuestra
que todo es más listo que yo,
y que por mucho exhibir vocación,
la vida otorgada es maestra.

De los tiempos que tenemos,
¿cuántos verdaderos
somos dueños de lo que hacemos?
Acaso sean los minutos sin sentido,
no... estos parecen descolocados,
o que han pensado por su lado...
y sin embargo ¿son sin sentido?
o más bien idos a otro lado,
buscando sin cesar
la cadena del espacio.

Y los tiempos aprovechados
¿se han salvado?
quizás, sí, en el botánico,
regados
con lágrimas
de vez en cuando.
De los recuerdos por el ayer,
y alguna extraviada,
de las aquellas
de asuntos
que no pudieron ser.

Todo está pendiente,
de cerrarse o de abrirse,
es así,
y se ponen a la cola,
y cada día dicen - hola
¿hoy me vas a descubrir? -
Son como gente ajena
que llegan sin parar,
y aunque vengan con las quejas
me quieren ayudar.
Incluso las cosas sin querer
o medio hechas,
y las que ponen mechas
para el corazón encender.
Educamos a las cosas,
más ellas nos dominan,
y se nos vienen encima
a veces como losas.

Hay cosas tan pequeñas para otra,
como para mí tan grande,
el giro de una mirada,
la mueca de unos labios,
una fugada palabra,
un roce en los brazos.
Y la que presume con vanidad
desaparece, como siempre lo hace
la lluvia en la claridad.
Me he mojado yendo descubierto,
y me he cubierto,
por otras cosas que me han llamado.
Díle, díselo, no seas una vez cobarde,
no tardes... díselo.
No hay nada que perder,
pues no hubo nada,
ni aún, ni ayer.
Andaste por ver,
con tanto cuidado,
con tanto temor,
que no sabías qué hacer
con el sin querer.

El temor por las cosas temidas,
araña y castiga.
Con la duda vacilas,
en ella no te sumerges
ni te mojas.
Puedes andar toda tu vida
sobre suelo seguro,
familiar, habitual,
preferido el calor
del vientre marsupial.
Mirar las campiñas,
envidiar a las piñas
que temerarias se caen,
arriesgando si traen
otra vida en canal.

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