Me siento al hablarte en esta carta,
abrirme hacia los posibles sueños,
como trémula ensoñación de la tarde,
en la que voy esquivando recuerdos,
la gravedad sutil de la ausencia
y de los corazones en silencio,
latido del alma que me estalla,
viajando lento hacia los besos,
yo contigo, tú en mí, mujer,
que te busco y no te encuentro,
me matas con tu eterna ausencia
y tus lejanos miembros,
otro mensaje, nada, otro mensaje,
correos a ciegas: "yo te quiero",
y voy depositando mi esperanza
que vuela a ya no sé que cielo,
mientras el día se me eterniza
porque tú no sabes que te espero,
dame alguna vez tu dulce miel,
cúbreme con tu blanca sal,
cúbreme, llévame, mi ser,
tradúceme mi mar,
en una tarde se humedecen
las líneas solas de los sueños,
que recorren sin armonía
con mi infinito recuerdo,
se mueve lenta la textura
de la tarde en su silencio,
agónica protesta al alba,
mutilados, no logrados besos,
la línea sesga la palabra
del imaginado encuentro,
una pasión que se provoca
en mis profundos miembros,
contigo voy lanzando,
a los ecos "yo te quiero",
la esperanza de amarte físico
en tu piel, físico en tu cielo,
y respirar tu calor humano,
tu calor con el que sueño,
dame alguna vez tu dulce miel,
cúbreme con tu blanca sal,
cúbreme, llévame, mi ser,
tradúceme mi mar.
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