Perdono hasta los insultos que te he oído,
haberme excitado con tu calma,
el bombardeo de palabras, y el quejido,
las inexplicables falacias a mí,
te perdono que nunca me hayas escrito,
que sucumbas tan temprano por ansias,
que ya no disfrutes de mi rinconcito,
que te apagues sin quemarme a mí,
perdono que tanto beso solo era besito,
que me replantearas en la cama,
que más que versos sean versitos,
aquellos tontos que te di,
perdono tu acopio de otros manuscritos,
tu programada ignorancia,
el increíble resumen de tu escrito
cuando te despediste de mí,
te perdono que yo ya no existo,
que solo soy ya pasada agua,
que el esquema fuera el previsto,
que soltaras amarras sin mí,
te perdono aún a sabiendas que conmigo
se quedaron solo mareas mansas,
que a poco o mucho ya no consigo
un desvelo de ti por mí,
te perdono todos los olvidos,
tu fiero miedo, tu roja lanza,
lo que sentí como egoísmo,
y tu control de mí,
pero no perdonaré ese filo
donde en el existir separa,
y pretendes que lo vivido
sea olvidado por mí.
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