En el fondo del alma hay silenciosas heridas,
que no las cura el tiempo,
ni desaparecen.
Cuando existió el momento nacieron leves,
como el anuncio del viento
sobre el mar, antes que llegue.
Un puñal que se ha clavado
inicialmente sorprende,
lo sacas sin saber
que sacarlo no puedes.
De entre ellos, la palabra del sentimiento,
o ese recular aparente,
o peor aún el silencio
por temor de que hiere.
Uno ve pasar el tiempo
con la idea exageradamente vaga
de saber lo que quiere,
y si lo pide se antoja tarde,
y si no lo pide
ni vive ni muere.
He inventado en mi alma
un purgatorio silente,
que ni levita en la nube
ni se disuelve en la nieve,
que por descuido se apresa,
que por acecho a la presa
cuando cree tenerla
le vence.
El tiempo al espacio,
el espacio a la gente,
y yo voy caminando
con los olvidos en la mente.
Alma creída con alas
que ni se alza ni se mantiene,
en las cercanías de un mundo
inventado por gentes.
Y aún esperando el milagro
de curarlas, se duermen
en el fondo del alma,
de mi alma, para siempre.
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