Un día, una calle, una mirada, un diálogo,
un tema sostenido con inquietud febril,
un deseo a los labios de un poema solitario,
un par de sueños, dos cafés, y vivir.
Una historia cotidiana, no por ello
no soñada, un transporte para sentir,
un rapto del tiempo casi perdido,
y el anhelo de volverte a ver aquí.
Un rincón de un bareto que nos cobija,
un papelillo de plumas que van por ahí,
un asombro en la cara, enormes ganas
de vivir todo aquello que no viví.
Un cruce de miradas de aguas claras,
una lluvia blanca de las de abril,
un arropamiento que acercan tus palabras,
un susurro deseado y sin fin.
En la tarde de ese día languidecen,
los besos que no me diste y te pedí,
y en la noche de ese día acontece
la triste soledad cuando me fui.
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