lunes, 28 de enero de 2013

LAS HOJAS

Al mirar las hojas secas de un árbol
o de una planta que sobrevive en un balcón,
y que al verlas caer sin nadie que les diga adios
o que sin más unas manos las arrancan,
me pregunto si algún enigmático papel
les fue adjudicado para sacrificarse
para que las demás salgan feliz.

Pienso si realmente es así
o es que cayeron en alguna desgracia,
si la fotosíntesis con ellas no ensayan
el arte de permanecer.
y para colmo de todo este asunto
al caer caen a la tierra,
y al desvanecerse la enriquecerá,
les regalará su oxígeno y su sal,
y soñarán con ser de nuevo brote
de una esfera que acabe en flor.

Las hojas secas de invierno lo saben,
las de primavera me resultan tristes,
en el verano se inclinan ante la fruta,
la folia ocre de otoño resiste.

La hoja perfecta puede ser aquella
que tiene forma de corazón,
las demás, seguro, optan por esta razón,
pero su variedad es manifiesta.

Hay hojas como agujas, corazones hirientes,
que embisten al aire porque les falta el aire,
hay hojas anchas que el tiempo las mancha
de motas negras por la sangre doliente,
hay hojas bifurcadas por amores imposibles,
y otras rizadas por guardar sus moradas,
hay hojas como el cacto que evitan el tacto
con dardos clavados por amores grises,
hay hojas largas con cintas de colores,
hay dolores en hojas que trepan paredes,
huyen de la sombra, de las mallas y redes,
buscan el Sol que le de sus honores,
hay hojas que sombrean como la parra,
y hojas como la de la rosa tan cantadas,
hay hojas de margarita en los entierros,
y hojas que salen hasta de los aceros.

Las hojas del campo bailan con el aire,
las de los pinos murmullan canciones
de los marineros y sus devociones.

Las del roble se sienten señoras,
las del olivo se sienten verdes,
las del almendro blancas y moras,
las del sáuce lánguidas se mecen,

los helechos son hojas húmedas,
los zargazos quieren el mar,
el jazmín pequeñito se sabe la noche
y la dama de noche lo acompañará,

el lirio es el presumido de la poética
y de la hoja de la patata nadie habla,
la pieza amorfa le arrebata
el derecho a cualquier estética,

las hojas son nuestras hijas,
nuestras madres y nuestras hermanas,
se ofrecen para la comida del hambriento
o para una presumida ventana.








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