Aprendí a fingir que me sobras,
que nunca te vi, que nunca te hablé,
como una rebeldía visceral,
te llevaste mi formalidad,
mi foto tamaño carnet,
y el vaivén de las olas.
Te olvidé mucho tiempo atrás,
en el augurio de un dulce café
con que me decías historia,
y no es por mala memoria,
es la defensa del ser
para no dejarse lastrar.
Sí, que le voy a hacer, te olvidé,
como un labriego olvida su pan,
como un molino su noria,
la rebeldía a la caduca historia,
y borrar que nunca fue un mal
el que mató el vivir con tu ser.
Y me disculpo, pero es necesidad,
decidir no querer ya ver
los latidos que a mí ya me sobran,
y aquellos instantes indemnes de sombras,
que se asomaron en nuestro ser
de olas hirvientes de mar.
Te olvidé pues no podía ser
que hipotecáramos el resto de historias
que, al menos, yo quería cobrar,
no se puede echar a andar
sin los pies y con su sangre que ahoga
otro conocimiento, otro saber.
A sabiendas de que entre dos personas
un pacto mínimo debería ser,
yo te olvidé y aún al fallar
ya nada será igual,
porque aún quisiera saber
si fue todo en serio, y no medio broma.
que bonito escribes rapaciña.
ResponderEliminargracias
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