Yo la vi,
estaba allí
como hipnotizada,
sobre las hojas otoñales
crujiendo a su paso,
hilos filtrados por robles
y gotas frías del cielo,
el sendero
que subía
y bajaba,
sobre fango marcas de paso,
quizás de leñador alejado
por las penas de los años,
en la casa,
me parecía
que nadie habitaba,
el perro guardián se cubría
tras el vallado
y pasaba el invierno,
si no fuera
por el humo
que exhalaba,
una tumba me parecía,
o una pìntura que se desangraba
como un suicida en el baño,
y allí la viví
cada tarde
angustiada,
y el jardín se diluía
como una caja de sorpresas
en las manos de un preso.
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