Estoy aquí como un ave pendiente de la palabra,
la palabra deseada y siempre tardía,
y en muchas inútiles noches y días
me disgrego en el mundo que otros me cantan,
estoy ya dudando si en este mundo se ama
la raíz de lo escrito o cualquier poesía,
ajena al ritmo incluso del alma mía,
y ajena a los brotes que en silencio se inflaman.
Y los paseos de las tardes van sin destinos,
y surge un abismo en el que el fin se estremece,
y aún soñándolo todo, todo desvanece,
como en la marca en la arena muere su brillo,
aún olvidando el trayecto, como ir sin destino,
aquello que no existía de pronto aparece,
los ojos que soñaba me miran y crecen,
y como un perdón celestial se vienen conmigo.
Me fue dado el don de vivir una vida
más no la enseñanza de cómo llevarla,
y a base de heridas en cada batalla
aprendí a volar en temporales y brisas,
y en los brazos de ella encontré la deriva
por tierras hospitalarias de verdes comarcas,
y me entregué junto a ella en un viaje en la barca
por el mar sinuoso donde los astros nos miran.
Que de la soledad huyo, es un hecho y una causa
que me lleva a viajar como el ave en invierno,
al horizonte de luz que se anuncia a lo lejos,
y a la quietud de la paz florecida y blanca,
y porque mi instinto me lleva y no habrá pausa,
al cobijo de ella donde me haré prisionero,
y aunque todo el deseo es lograrla primero
yo no sería nadie si no entro en su alma.
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