domingo, 23 de diciembre de 2012

LA PROFECÍA

Me queda media hora, ya está aquí el fin del mundo,
y ¿dónde diablos metí yo las perdices y el cava?
esta historia se va a acabar en el mar profundo
y yo recogiendo aún la ropa de la última colada,
si es que yo no sé qué es lo más absurdo,
si que así se acabe el mundo o que yo siga en babia,
¿es que voy a ser el último vagabundo
cuando los caminos se han borrado como si nada?,
vaya historia más extraña, yo abundo,
¿han leído bien la dichosa piedra maya?,
porque es que de verdad que me pregunto
si alguien tenía las ideas tan claras,
porque si que la has liado que algunos los duros
que tenían guardados por ejemplo en la caixa
se lo han gastado como el que se come un menudo
con garbanzos, chorizo y espinacas,

hay que ver que con tales fines del mundo
la gente se pone a decir cosas misteriosas y raras,
cuando a lo mejor los mayas lo que escribieron en el muro
es: ¿ha probado usted la pepsi o el fanta de naranja?,
porque digo yo, un suponé, que es que me pregunto,
cuando se reunieron antié los cardenales con el papa,
¿se pusieron a cantar el salvemus que vamos para el humo?
¿y los cajeros se pusieron a hacer la consabida caja?
¿y los gasolineros mandaban gasolina por los oleoductos?
¿y el corte inglés organizaba las rebajas?
¿y la señora marquesa se colocaba por la noche los rulos?
¿y las camareras del hotel se ponían a arreglar las camas?
y entonces ¿por qué hago yo con esta historia el burro
y me pongo a planchar la ropa de la colada?
pues mira, por si acaso, que si de verdad se acaba el mundo
yo a mi plim que, como siempre, no me entero de nada,

no es adrede ¡pardiez! lo que pasa es que uno
siempre está despistado por estos asuntos de casa,
pero no era esto lo que iba a decir, yo lo que apunto
que qué es lo que voy a hacer en la media hora que falta,
a ver, voy a contar, media hora son treinta minutos,
da tiempo a cocer diez huevos y rellenarlos de ensalada,
y ponerlos en una bandeja y ofrecérsela a unos absurdos
trompetistas del apocalipsis que tan pesados braman,
uno se imagina a dos mil jinetes juntos
pintados como si de un halloween se tratara,
pero no con espadas sino más bien con pinchos morunos
porque en esta media hora lo que de verdad tengo es ganas
de comerme todo lo comestible y después fumarme un puro
y beberme un delicioso coñac a la salud de los mayas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario