Maldita la hora que hablé contigo la primera vez,
malditas cada una de las horas vividas contigo,
y cada instante de mi vida donde te he sufrido,
y las duras esperanzas de que te vería otra vez,
y aún más aquella extraña noche en que
te dije hola sin saber ni siquiera si eramos amigos,
y que en aquel paseo extraño por aquellos sitios
vi tantas estrellas de la noche aparecer,
maldita sea yo, no tu, no tienes nada que ver,
dejaste las cosas muy bien puestas en su sitio,
desordenadas por mí en un alocado vicio
de apoderarme de las dudas de tu ser,
cada vez que lo pienso, y te pienso, yo sé
que me guardaste en algún olvidado rincón limpio,
que me marcaste la hoja y que guardaste el libro,
que lo enterraste en algún esquina de tu ser,
mandé el mundo a no sé donde y todo por ver
dónde me llevaría mi corazón de eterno niño,
hasta dónde podría yo ser ese mago divino
que rompe los muros de mi pesado ser,
yo no te condeno, yo condeno que eramos tres,
tú y yo, y alguien más que no habíamos visto,
aguanto el presente y el pasado, pero yo no resisto
pensar que el futuro te va a disolver,
estarás en algún lugar, claro que eso lo sé,
pero ¿qué haces con tus gestos? ¿cómo te visto?
¿que haces por las mañanas y las noches? insisto
en querer saber lo que nunca sabré,
maldito aquellos días donde te fui a querer,
y aquellos paseos que me traías con tu amigo,
y aquellas despedidas donde tanto te he sufrido,
y aquel no que te dije una vez,
maldita la hora en que me ofreciste tu ser,
tus labios calientes huyendo del frío,
aquellas manos finas con sus dedos tibios,
y la mirada asesina de tu amor de mujer,
seas por fin dichosa, déjame de una vez,
deja de asaltarme en cada persona que asisto,
deja de llevarme por aquellos caminos
que nunca llegarán a tu endiablado ser.
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