Yo prometía de rostro a rostro la expresión,
de mano a mano el aunar,
yo quería con ella volver a soñar,
pero...no me dejó,
yo buscaba en sus caminos mi pasión,
brazo con brazo acompañar,
sonreír en sueños de felicidad,
pero...no me dejó,
yo empecé a saberla con devoción,
día a día verla cantar,
ansiaba toda noche igual,
pero...no me dejó,
pero no me dejó,
no me dejó que viviera más,
que pudiera lograr por fin
salvarme del dolor,
del tiempo sórdido,
de la lluvia gris,
de las calles solitarias,
de mi soledad diaria,
de una forma de amar,
pero...no me dejó.
Intuí que podía existir lo duradero,
lo que nada ni nadie marchita,
la sencillez de una sonrisa,
la inocencia de un te quiero,
pero...no me dejó.
No me dejó disolverme en gotas
en sus melancólicos versos,
de ser capaz de verla entera
refugiada entre mis besos,
no, no me dejó.
Y yo prometí de espalda a espalda
ir grabando los recuerdos,
en el centro de mi alma,
en la piel de mi cuerpo,
en los ojos con que miro,
en los labios con que expreso,
en la irrechazable esperanza
de la fe en que no muero,
y prometí por mi vida
con la sangre que me riego
que cumpliré esa promesa,
y si ella no me deja,
yo tampoco,
yo... tampoco la dejo.
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