jueves, 27 de febrero de 2014

VIVIRLA

Mi vivienda es sencilla,
una cama, una mesa, dos sillas,
una mecedora, una pequeña cocina,
un estante con libros,

una caja con desgarros,
y un pájaro que no trina,
una cortina que desatina,
un tonelillo de barro,

me vine a los bosques,
a meterme en la soledad,
nada podía hacer ya,
se me fue lo que quería,

las verrugas delatoras,
las marcas de sonrisas,
el recuerdo de aquella risa,
me iban dejando a solas,

ni me importaba si me quiso,
su cara se me quedó grabada,
lo único que me alegraba
es que se cruzó en mi camino,

salía temprano a la mañana,
entre acebuchales y hayedos,
con mi bastón de viejo,
con mi mirada cansada,

admiraba a los vencejos,
tan nerviosos, tan inquietos,
y hormiguitas que venían
por el caminito inverso,

no esperaría ya mucho,
cada mañana se anunciaba,
para qué llevar prendas
que de nada servirían,

el manantial me serviría,
de la noche la hogaza,
algo quedaría
metida en su regaza,

si ya se me fue
¿Qué queda después?
recordar una vida vivida,
vivirla en lo que ahora es,

ver a ella, a quién amé,
de su voz con el viento,
de su herida con el sarmiento,
de su compañía, el café,

de su roce, la mano en la hierba,
de su limpieza, el cielo azul,
de su juventud, la fresca siembra,
¡ay dios de su juventud!,

no me vine por ninguna pena,
sino que así la vivo entera,
como fue, como siguió siendo
entre mis venas,

y la extraña alegría
de que quizás pronto, un día,
que me quedaré dormido,
volveré a estar con ella.



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