lunes, 4 de febrero de 2013

LOS SIETE BESOS

Lunes, es la tarde y su regreso
aún con el peso de unas horas de fin semana
cansado y espeso,
vuelvo en tren de corta cercanía
que venía de un día
que amanecía
como siempre amanezco,

en el banco de enfrente
de repente
unos pies apuntan a mi pecho,
mi cuello a duras penas se calibra
y me libra
mi mirada hacia su gesto,
ojos rasgados, desgatados
de varios momentos deshechos
acusan con su mirada
mi mirada
de sorprendente momento.

Martes,
pero antes
se desvanecen los cansancios
y derivan a los nuevos
donde los cuervos
chillan agrios,
en la prensa
se besan
dos en medios,
y la misma figura
con más altura
sin remedio,
esta vez el cruce
ruge
como un cementerio.

Miércoles, tercer instante
en adelante
nos movemos,
esta vez
quise ser
más inmediato
e insensato,
llovemos,
la humedad se evapora
de nuevo a su hora
y con una falda azul
que insinua muslos
altos y nerviosos
indecorosos
como tú,
no me espanto,
me encanto,
abro la puerta
y ya abierta
acepto el trato.

Jueves, hoy ya llega
la tarde
con sus quejas,
la mirada es lateral,
oblícua, infernal,
está claro,
todo raro
y a la vez tan normal,
somos cada uno
de otros cada uno
pero hoy no es punto final,
esta vez me espero,
me esmero
cuido por salir
en la misma estación
de las aves de un jardín,
tu mirada ya es opuesta
y dispuesta
a una táctica sin fin.

Viernes, la mar tiene
sus devociones por la sal,
ella asoma tras su pañuelo
un canal
una forma de llegar
a un sueño,
para qué esperar a la última parada
a la última mirada,
si esta vale ya,
caída, descarada,
abajo nos llevarán
¿cómo serás
con tus manos atadas?
puede que esto no sean maneras
pero alguna mensajera
nos quiere desatar,
un índice se dobla,
pendulea
y luego se desborda
como marea.

Sábado,
los ácaros
se alejan,
esta vez has venido,
yo también he venido,
nos atamos en madejas,
más ceñida que nunca
tus caderas me buscan,
yo te acepto,
te presto
los momentos de mis brumas,
la tibia piel desnuda
y muchas mudas,
se engalana
la semana
de sus luces de cristal,
no hay decoración
sino pasión
por mil lunas por mirar,
somo como aquellos
bellos
abrazos del manantial.

Domingo, huele a café
de amanecer,
en mi tiempo
hay un templo
en los ojos de mi ser,
tu mirada cautivadora,
el beso que devora
cada poro de mi piel,
el tren ruge sordo,
desaparece y en el fondo
quedan secuelas del ayer,
aquel ayer donde estuvimos,
dónde nunca supimos
que es lo que íbamos a hacer.

De cada beso
soy preso,
y cada palabra
se me clava,
y cada semana que baja
me raja,
me parte el pecho.

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