Está lloviendo, no como harapos violentos,
sino un agua fina que me mata el alma,
la ancha calle se asustaba del viento,
las puertas de sanjuanes se cerraban,
eran últimos días de un raro invierno,
la primavera parecía una vieja cara,
que no venía a quitar tanto lamento,
todo parecía una triste desesperanza,
y una pareja juvenil, a todo ajeno,
jugaban a ser feliz y se apretaban,
se cruzaban miradas y sonriendo,
y cuando los miraba yo pensaba,
que este día solo era un pasajero,
y que lo amargo solo habita en el alma.
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