Me pongo tan nervioso cuando te veo llegar,
que me cuesta media hora decir algo instantáneo,
un algo así como: hola, que tal, como estás,
y es que me veo en ti como foráneo,
como extraño que en la noche se entremete,
que asunto más extraño y diario,
y eso que eres super educada,
correcta socialmente hablando,
entonces ¿a qué esta intranquilidad rara?
será que quisiera atraerte,
sin que aún me mirarás directa a la cara,
como una brisilla convaleciente,
ignoro si es tu voz, tu tono o tus palabras,
si es la forma con que expresas lo que expresas,
o el intrigante desconocimiento de tu alma,
si es tu estado social, o tu empresa,
o alguna lejanía que no se alcanza,
o un pudor tímido que me subyuga,
e hiciste de mi palabra la palabra tuya,
como las caricias del agua en la arena,
o el rumor dulce que cruza brumas,
y yo que parecía tan calmado,
tan sosegado en mis ideas reafirmadas,
me duele la duda, me siento apresado,
me altera tanto ver mi voz en la tuya,
que no sé si callarlo o soltarlo como sea,
y no avanzo, no avanzo con esta duda,
dime, te llega aún con palabras mudas,
un fluir de mis ansias hacia tus pasos,
benditos pasos de tus soñadas curvas.
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