Me he ocultado tantas veces que, a veces verme no
consigo. No me conozco, el espejo de la
vida se niega a reflejarme y para no diluirme me formo la imagen protectora
que me brinde la coraza requerida.
He vislumbrado
entre tinieblas un sonido, una palabra
anudada con la calidez tanto tiempo buscada. Mas surgen los fantasmas que en
antaño sembraron dudas en tierra fértil,
y mis ojos, mis oídos vuelven a disiparse.
Hambre tengo de volar, llegar al sitio
donde mi imagen yace. Verme,
identificar me, palpar esa piel que debe ser dura por tanto caminar y no tocar a
nadie. Que me duela lo que duele, acariciar lo se brinde a mis ansias locas de
ser humano, de ser mi imagen.
Es una
sensación de libertad la que roza
esta alma extraviada, quiero asirme más mis
brazos cortos y tímidos no quieren esforzarse y sienten lejano aun el
espejo. No será mi tiempo, no será mi
tarde.
No sé lo que es
felicidad sin embargo desconozco la infelicidad por añadidura. Cicatrices
quizás este no-cuerpo porta, sin embargo ya
no duelen. Y si fue dolor lo que he sentido, ese mismo se ha perdido en el camino.
Variantes de
vida cruzan ante nuestros ojos que se engañan por deseo propio, esto me ha
protegido y en algún momento lo he
creído. Más hay instantes, como éste, en el que la debilidad me recuerda que
algo humano queda conmigo.
No soy lo que soy, y trato de aclarar la visión que
provoco. No me ven, entonces no me fijo en el alma de nadie. Sigo oculta y repito,
el espejo se niega a reflejarme.
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