lunes, 6 de enero de 2014

PEQUEÑO TORRENTE

El problema era que lo calculaba,
sin duda optaba por el control,
no admitía sorpresas insospechadas
ni temores in apetecidos,

extrañamente, sin embargo,
le gustaba andar por los bohemios,
poetas desastrados,
músicos incompletos,
diseñadores matemáticos,
autores poco expertos,

por los bulevares de café
en la tarde en su nostalgia,
por el pub inglés
y las calles lánguidas,

no sé por qué se fijó en mí,
pudiera parecer uno de tantos,
me decía "pequeño torrente,
vas siempre tropezando",
agua clara inocente,
con raíces, con piedrecitas,
fangos verdes,
arañas de luna,
maltrecho, perfecto
destino de la duda,

pequeño torrente,
vas siempre tropezando.

Me enseñó hasta el amor,
un camino absoluto,
aprendí a llevar las manos,
a tontear con el precipicio,
a llegar al límite,
a aprender a morir
para revivir,
a hacerme nuevo,
a hacerme viejo,
a mecer las olas,
a decirla hola,
a un que tal,
aprendí a amar.

El problema era que lo calculaba.
Tenía una obsesión gráfica,
llenaba su cabeza de hipérbolas,
cerraba sus manos elípticamente,
extraía raíces décimas,
gestionaba al mismísimo pi,

no sé por qué se fijó en mí
- pequeño torrente...

se autoabastecía con su voz,
con feminidad,
dejaba claro un equilibrio
de lo cotidiano con lo temerario,

"no olvido su mueca,
su sonrisa de conformismo,
su dictado de silogismos"

- vas siempre tropezando

fui integralmente irresoluble,
un asunto que se archiva,

cuando lo retome no sabrá distinguir
entre nostalgia y lo que fue verdad.

El problema era que lo calculaba,
medía con aplomo y exactitud
los voltios causados
y los efectos provocados.
Una tesis interesante,
de esas que no interesa a nadie.

Las raíces afloraron,
las piedrecitas perdieron sus especiales brillos,
la noche fue como la anterior y la siguiente

- vas siempre tropezando,
pequeño torrente,
vas siempre tropezando.



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