Puedo imaginarme en las historias que cuento,
me obligo a reventarme en otros personajes,
alguno heroico, muchos mundanos, todos insaciables,
mojado por gotas de tormenta insospechable.
Puedo saberme resolviendo los entuertos,
plasmar en un informe algún extraño vendaval,
casi milimetrar los tiempos hasta agónicos,
y llegar a épico por casualidad.
Logro embarcarme en navíos de tiempos,
el timonel que visiona los nortes de la mar,
cantar hasta reventar durante toda la noche,
verme muy capaz de no despertar.
Sucedo de las causas que no miran miedos,
busco los remedios de agonías soportables,
acudo hacia islas de bosques insondables,
subo a sus volcanes de humo y fuego.
Voy des poniendo cada cosa de su sitio,
alcanzo los vestigios de historias olvidadas,
salto encrucijadas, vuelo en precipicios,
no me enjuicio ni enjuicio a la nada.
Puedo llegar con vestimentas de revés,
romper mi sensatez y analizar su crueldad,
me irá seguro mal pero qué le voy a hacer
si tanto misterio me pone fatal.
Puedo escribir un poema sobre algo en solitario,
sabiéndome inútil con todo este diario,
puede que acaso arruine mis pertenencias,
mi vida, mi esencia ... y rompa los años.
Le hablo a la guerra, a la paz, a la hacienda,
les digo para qué empezar si todo acaba,
y, curioso, porque debe empezar para acabar,
que nada acaba si no empieza.
En este giro permanente sin salida
vuelco muchos ratos insensatos,
muchas tramas que salen mal paridas,
muchas voces que se cruzan a destajo.
Puedo volcar la tinaja medio llena,
o vaciarla y ver si otro se la lleva,
puedo decidir si vivir siempre así
o me camuflo como prójimo en la hierba.
Puedo ser cualquier cosa que yo quiera,
dulce como miel, áspero como piedra,
el rayo verde de un atardecer,
o la frialdad que la noche alberga.
Puedo terminar diciendo a mi manera
que quizás el tiempo no me dé la razón,
pero no evito tener la sensación
que escriba lo que escriba, nunca te llega.
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