Ella tenía dulzura en su voz
y una cadencia que me encantaba,
fui primero amante de sus palabras
y de sus besos de voz,
imaginaba como sería de cerca,
como podría verla realmente,
como sería verdaderamente
si mis ojos la alcanzara,
me ofreció motivos para escribir,
lo que una vez fue y volver,
aquellas colinas otra vez
aún con frío, de madrugada,
realmente yo no le importaba mucho,
era una simple curiosidad,
una manera de variar
los días con sus marañas,
pero tenía dulzura en su voz,
algo que me encantaba,
yo mantenía el silencio,
no tocaba nada,
la dejaba navegar,
volar, reír y llorar,
le escribía y le escribía
enamoradas cartas.
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