domingo, 8 de marzo de 2015

MIENTRAS TANTO

La última solución no es entristecerse,
lamentarse o suicidarse, sino al contario,
tirar hacia delante y ser feliz,
buenamente como se pueda
o malamente como se quiera,

ir recogiendo los bártulos de la fiesta,
limpiar el suelo de cristales
y de vasos de plástico
a medio beber.

Y llevar el perro al parque
aunque sea la de la vecina,
o el que domina todas las esquinas
del barrio,
y saludar a la panadera,
y pensar en el barquito de madera
a medio hacer en los estantes,
o el libro ya marcado por la tercera página
a la que he llegado
seís veces de seís maneras.

O escribir por fin el libro,
pero esta vez con pluma,
en los papeles
amontonados en centena,
amarillos o con paperas
por diez inviernos sin hablar.

Estrenar mis zapatos de a diario,
y trazar garabatos
por el barrizal.
Nadar aún con frío en los labios,
palpar flores con las manos,
oler primavera ya llegando,
y hasta el final, hasta el final.

Volver a quien me dio cobijo,
que nunca tuvo hijos
pero sí fe maternal.
La vida es parental,
por aparente, por apariencia,
por entrega o impaciencia,
y que cualquier cosa siempre es.
Todas las cosas siempre son
importantes en el sendero,
aunque acaben en el vertedero
o en el subsuelo de alquitrán,
entre papelillos en los bolsillos,
entre las tarjetas navideñas
o en la verdina endurecida
por la marea abismal.

Todas las cosas me llevaron,
me trajeron, me largaron,
con tus pies y los míos, descalzos,
y yo ahora te aplazo
para cuando tú quieras,
solo para cuando tú quieras
volverme a amar.

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