jueves, 12 de marzo de 2015

PREGUNTA, PREGUNTA, PREGUNTA

Queremos todas las respuesta de la vida, bueno, realmente dudo que las queramos. Imagina por un momento que ya las tuviera. ¿Somos entonces como Dios y podríamos modificar el futuro? ¿Qué sentido tiene preguntarse qué pasaría si...?
 
¿Qué sentido tiene ir a una sala de cine pero sabiéndose ya la trama? Esto es diferente, o quizás no. Puede que asistas porque quieres disfrutar otras cosas colaterales, el aroma de la sala, el aire envolvente, la música, la fotografía. Ocasionalmente porque quieres volver a verla, repetirla. Pero ¿nuestras vidas son como un montaje cinematográfico?
 
Podemos hablar y hablar y confrontar opiniones, citarnos y debatir sobre ello, ¿sería interesante que antes de reunirnos supiéramos de antemano lo que vamos a decir o hacer? ¿es conveniente? Y si lo es ¿para qué es conveniente? ¿para asistir o no?
 
Sé que estoy lanzando muchas preguntas y aún no he respondido a nada, ¿es preguntar una forma de responder? Yo a veces lo uso con mis alumnos, mis amigos, mi familia. No lo hago porque me niegue o rehuya responder. Evidentemente depende del tipo de pregunta claro está: no es lo mismo que me pregunten como se resuelve una ecuación de segundo grado que qué haría si estuviera en una isla desierta solo con otra persona, o tomando café en una tarde lluviosa, o paseando por el parque. Estas cosas no son ecuaciones de segundo grado, son de desconocidos grados, desconocidos por descubrir.
Y así es la vida, desde el principio hasta el fin.

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