viernes, 27 de marzo de 2015

MALDICIÓN

Espío tus manos porque están quietas,
cerradas, sin describir un lenguaje,
inexpresivas como el sol boreal,
opacas como una tarde muerta.

Y de ellas caen los trozos de piel,
que se dispersan por el día infinito,
sin danza ni ritmo para describirlas,
como escritos de destrozos en papel.

Admiro tus manos pues no se inquietan
por ver cada día desaparecer,
porque en ínfimo tiempo desvanecen
el posible futuro que nos espera.

Pesada en mi mente, un poco cruel,
más se aguanta el destilar no querido,
pequeño dolor que no induce venganza,
sino la utopía de verlas mover.

Por más que yo extienda tú no te alteras,
dejas pasar la gente sin nada que ver,
la hora del crepúsculo lo dice todo,
menos todo lo que ayer te rindiera.

Tus manos asieron bandera una vez,
acompañaban tu canto de intensa protesta,
eras entonces un agitarte en las olas,
y pareciera contigo que era amanecer.

¿En qué lugar de tu vida cambió el esquema?
que pareces otra de la que una vez conocí,
aquella que antes me acogió con sus manos,
con las que ahora presumo ser tu anatema.

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